jueves, 22 de abril de 2010

DEL DESCUBRIMIENTO AL ENCUBRIMIENTO

DESCUBRIMIENTO, INVENCIÓN O ENCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
Crítica a la idea del Descubrimiento de América
La historia siempre nos ha indicado que el 12 de octubre de 1492, fecha en que Cristóbal Colón, un almirante genovés, llegó a lo que el creía una extremidad de la costa asiática, que más tarde sería designada con el nombre de América, debe ser considerado como un descubrimiento. A partir del gran hallazgo de Colón ha prevalecido una ideología hegemónica establecida por la Europa occidental. Idea que conlleva a enarbolar la superioridad blanca, cristiana, conocedora del hierro, portadora de una conciencia civilizadora, que alienó a otros por ser, desde su perspectiva, atrasados.
En efecto, la idea de descubrimiento de América ha sido la dominante a través del tiempo, al preservarla y mantenerla se produce “una auto-interpretación diferente de la misma. La Europa provinciana y renacentista, mediterránea, se trasforma en la Europa “centro” del mundo” (Dussel, 1997:41). Además, al convertirse este continente en “centro” se concibe un nuevo sistema mundo, aparece una cuarta parta que habrá que integrar o excluir de la historia universal. En palabras de Enrique Dussel: “nunca hubo empíricamente Historia Mundial hasta el 1492. Anteriormente, los sistemas culturales coexistían entre sí” (Dussel, 1994:41).
Asimismo, podemos decir que el encuentro de un nuevo ente, en este caso, América trae consigo el problema de insertar al aborigen a la cultura hispano-católica del siglo XV. Por ello, los españoles tuvieron que precisar si los nativos eran hombres o bestias, acaso pertenecían por naturaleza a un estadio inferior. En este punto, hay que tener en cuenta que el imaginario de ese salvaje u hombre bestia provenía de la tradición mítica de la Europa medieval. En otras palabras, aún en 1492 prevalecían ciertos rasgos ideológicos que son completamente de la Edad Media.
Posteriormente, con base en una serie de discusiones se llegó a la conclusión de que los habitantes que moraban en el Valle de Anahúac y el Tawantinsuyu región andina sí eran hombres, la pregunta se enfocó después en conocer el verdadero linaje de esta gente, realmente eran descendientes de Adán. Si lo eran por qué adoraban a deidades tan distintas a las cristianas, por tanto, tenían que guiarlos por el buen camino y la santa fe y, al mismo tiempo cumplir con la hazaña de la conquista total de tierra.
Sin embargo, hay algo aún más importante al establecer Europa su “centralidad” se reconoce a las demás culturas como “periferias”. Es decir, se subsume a todas aquellas civilizaciones que son diferentes a ésta, se clasifica al amerindio como bárbaro, primitivo y pagano. En concreto, al indígena se le considera un ser inferior sólo porque no se ajustó a los estándares de un pueblo blanco y cristiano. De igual modo, los dominadores definen una identidad colonial la de ser “indio”, esto primordialmente con el fin de que los naturales aceptaran frente a los opresores la condición deshonrosa de su propio ser. Recordemos que no había indios antes del descubrimiento y conquista de América únicamente gente con rasgos fisiológicos, culturales e ideológicos distintos, de facto el ser indio es una creación eurocéntrica propiciada por los conquistadores. Así “los colonizadores definieron la nueva identidad de las poblaciones aborígenes colonizadas: “indios” para esas poblaciones la dominación colonial implicaba, en consecuencia, el despojo y la represión de identidades originales” (Quijano, 2001:120).
Lamentablemente, siempre la historia resulta ser débil con los vencedores y despiadada con los perdedores. Entonces, aquí habría que cuestionarnos sí realmente había salvajes o todo era parte de lógica encubierta de dominación. Montaigne da una conclusión contundente sobre si existe la barbarie en el Nuevo Mundo, “no hay nada de bárbaro y salvaje en esta nación, por lo que me han informado, sino que cada quien llama bárbaro a lo que no es de su uso” (Bartra, 1998:160). Es contundente como los españoles ayudaron a la construcción del imaginario del “otro”. A partir de su juicio crearon una identidad negativa la del indígena. Cabe aclarar que ser bárbaro significó para los conquistadores ser distinto con base a los estándares europeos.
Más tarde el filósofo y juarista español Juan Ginés de Sepúlveda declaró “sin ambages que los indígenas a duras penas merecían el nombre de seres humanos” (Restall, 2005: 190). En palabras del teólogo: “que con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo é islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores á los españoles” (Osborne, 2006: 290). Pero al mismo tiempo él sólo expresó de manera más franca la manera en que pensaban la mayor parte de europeos. Así, desde ese momento, ha pervivido la concepción de que la cultura occidental representa al hombre en su mejor expresión, pensamiento que esta dentro de la lógica del la idea de descubrimiento de América. Por consiguiente, si conservamos esta visión hegemónica, admitiremos que hay pueblos inferiores, al mencionar ello estamos justificando la opresión al indígena, la alienación de la cultura, de acuerdo con el héroe moderno éstas se oponían al proceso civilizador.
Otro punto significativo de la idea del descubrimiento de América es que arranca con la occidentalización del mudo, es decir, con “la difusión hasta en los menores rincones del globo, de uno de los modos de vida y formas de pensar” (Gruzinski, 2005:9). En efecto, con la llegada de Cristóbal Colón y después con la conquista se alienan a todas las culturas prehispánicas por no entrar dentro de la racionalidad europea. Motivo por el cual dilucido que la idea del descubrimiento de América es una interpretación que envuelve a la colonialidad del poder, que sirvió principalmente para dominar, conquistar y colonizar al “otro”. Al respecto Walter Mignolo señala: “la idea de “descubrimiento” es la versión imperial, dominante, de los hechos (la versión que se convirtió en realidad, la dimensión ontológica de la historia que combina los hechos con la interpretación que se hace de ello)” (Mignolo, 2005: 57).
De ahí en adelante este enfoque perduró, ha sido el modo absoluto de explicar un proceso histórico como lo fue el encuentro de dos civilizaciones que hasta esa fecha no sabía la una de la otra de su existencia. Por tanto, la realidad de dicha exégesis solamente envuelve una forma de violencia ontológica que está estrechamente ligada a la negación y subsunción del otro. Desde la perspectiva eurocéntrica de descubrimiento las poblaciones que habitaban la cuarta parte del orbis terrarum pareciera que estuviesen siempre a la espera del victorioso hombre de hierro, quien los salvaría de falsas idolatrías e incorporaría a la universalización de la historia. Tal parece que imponiendo esta visión hegemónica, viendo un acontecimiento como el ocurrido en 1492 la hasta entonces Europa acomplejada pudo ser centro de la historia.
En definitiva, la idea del descubrimiento de América, la cual de ser una interpretación construida bajo el eurocentrismo, pasó a convertirse en realidad que hemos aceptado como verdadera y única. Respecto a lo mencionado antes Edmundo O’ Gorma en su maravilloso escrito La invención de América hace un riguroso estudio historiográfico, análisis que demuestra el origen de esa idea. De acuerdo con O’ Gorman quien acuñó por vez primera el término de descubrimiento fue Gonzáles Fernández de Oviedo en su obra Sumario de la natural historia de las Indias.
Para O’ Gorman el proceso de invención tuvo primordialmente dos vertientes, la geográfica y la moral, ambas conectadas entre sí. Así tras un muy largo proceso se llegó a la conclusión de que América, en efecto, era la cuarta parte del mundo. De esta manera se abrían un sin fin de posibilidades, se destruida por completo la imagen tripartita – bíblica del mundo. Cabe recordar que la esfera terrestre era dividida por los cristianos de occidente “en tres partes, cada una de las cuales estaba dedicada a los hijos de Noé: Asia, a Sem; África, a Cam; y Europa, a Jafet” (Mignolo, 2005: 48).
además abría un mar de posibilidades porque “al inventar a América y más concretamente, al concebir la existencia de una “cuarta parte” del mundo, fue como el hombre de la Cultura Occidental desencadenó las cadenas milenarias que el mismo se había forjado” (O’ Gorman, 2006:141). Cabe señalar que el pensamiento decolonial de O’ Gorma es sumamente valioso porque se da cuenta y denuncia que posición toma la cultura occidental, la cual por su pasado está obligada a extenderse por todos los rincones del mundo. En definitiva, la tesis de invención es cambió radical que rompe con la tradicional concepción de descubrimiento.
Pero acaso también no sería un absurdo decir que Cristóbal Colón fue el descubridor de América cuando éste pensaba que había llegado a Cipango, es más su objetivo primordial era buscar nuevas rutas de comercio hacía Asia, él ni siquiera en su lecho de muerte supo que había llegado a un territorio desconocido por los otros tres continentes. Es más el magnifico don Cristóbal Colón iba con la firme intención de hallar alguna de esas místicas tierras asiáticas repletas de oro. Claro ejemplo de lo que esperaba encontrar fue que en su tripulación llevaba a Luis Torres, un judío. Al cual “el capitán pensó utilizarlo como interprete en las tierras e imperio del Gran Khan” (Arranz, 2003.143).
De hecho, cuando avistó tierra firme por vez primera tuvo la convicción “de haber llegado a Asia, o mas puntualmente dicho, a los litorales del extremo oriente de la isla de la tierra” (O’ Gorman, 2006:83). Por otra parte, cuando llegó a Cuba “declaró que ese era el reino de Catay. Tuvieron que creérselo a la fuerza. Obligó a los tripulantes para que jurasen ante el escribano que aquello era ya el continente. Estaba, según él, en el Asia de su fantasía” (Arciniegas, 2002: 240). Por todo lo mencionado arriba quedan descartadas por completo tesis donde Cristóbal Colon parece tener conocimiento de América con anterioridad o premisas que afirman que el navegante genovés mostró que las tierras que halló eran desconocidas, pues ambas son falaces. Entonces si tenemos conciencia de que ello no fue un descubrimiento sino simplemente la interpretación de un hecho porque mantenemos esa idea, habría que plantearnos nuevas alternativas para no seguir fomentando una elucidación eurocéntrica.