domingo, 23 de mayo de 2010

CONCLUSIÓN

El recorrido efectuado a lo largo de este trabajo ha tenido por objetivo fundamental hacer una crítica a la interpretación hegemónica de la idea del descubrimiento de América y al mismo tiempo confrontar la problemática del “otro”. Motivo por el cual me centré en resaltar las diferencia que existe entre los distintos paradigmas de descubrimiento, invención y encubrimiento; pero de igual forma menciono que desde de la llegada de don Cristóbal Colón comienza una categorización de los territorios hallados y una jerarquización los seres humanos. A partir de ello algunos van a ocupar el último escalafón social. Me atrevo a decir que los indígenas desde ese momento hasta el día van a vivir y segregados y de igual manera van a tener primacía los valores, el pensamiento y las formas de vida occidental.

Porque, sin lugar a dudas, desde el momento que Cristóbal Colón llegó a un continente desconocido, significó un cambio radical en la historia, ya que por primera vez hubo un sistema mundo. Es decir, las distintas regiones supieron de la existencia de un cuarta parte, donde había otros habitantes que tenían que ser integrados o excluidos. Es así como Europa comenzó a diferenciarse de los demás pueblos y para hacerlo tuvo que mostrar su superioridad, para ello empleó distintos métodos algunos nada amigables como lo fue oprimir, alienar y extinguir al indio y a sus culturas. Otros fueron de tipo epistémico y ontológico pero que de igual forma envolvieron violencia. En ese sentido, uno de los artefactos discursivos que desde luego tuvo implicaciones en relación con la forma de ver el ser, la aparición y la existencia de América fue la idea del descubrimiento de América. A partir de esta concepción Europa traza una único modo de vida el occidental, el cual es el dominante hasta el día de hoy.

Por otra parte, como bien lo indica Edmundo O’ Gorman, aceptar la idea de descubrimiento de América, es reconocer sólo la exégesis de un hecho histórico, la cual fue construida por los dominadores. Por lo tanto, ha sido aceptada como la y única para explicar una realidad. De ahí la importancia de pensamiento de O’ Gorman y Dussel pues en ambos casos estos pensamientos agitan vigorosamente una concepción dominante. Por último, a raíz del la idea del descubrimiento de América el otro apareció negado, sumiso y como un ser inferior, peso que aún cargamos todos los países colonizados. Por eso, hay que comenzar a platearnos nuevas formas de entender nuestra realidad y sobretodo el respeto a cada una de las cosmovisiones que son diferentes a la occidental.

lunes, 17 de mayo de 2010

EL SALVAJE

Verdadera Historia y Descripción de un País de Salvajes Desnudos. Grabado Hans Staden. Pongo esta imagen porque representa a ese mal salvaje, es decir, aquel que es cruel, come carne humana y su naturaleza es perversa. Los conquistadores, colonizadores que llegaron a América, creyeron que iban a encontrar a seres de naturaleza salvaje.

Anthropometamorphosis (1653) grabado de John Bulwer. El estereotipo del hombre salvaje fue aplicado para las culturas de tierras remotas. Al explorarar regiones lejanas creían que iban a seres abominables, de naturaza extraña. Por ello, esta es una fiel representación de las concepciones medievales que tenían los europeos al llegar a América.

jueves, 13 de mayo de 2010

OTREDAD

EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA Y EL PROBLEMA DEL OTRO

El encuentro de las culturas prehispánicas con la cultura europea, después de que ambas se revelaran mutuamente, ocasionó el problema del “otro” en el Nuevo Mundo. Es decir, luego del contacto de los europeos occidentales, cristianos y blancos con seres distintos, surgió una duda, cómo reconocerían la alteridad de aquellos que eran diferentes. En ese plano el “otro” se presentó como ese ser distinto, anómalo, poseedor de una identidad negativa y una realidad menor. El “otro” desde este momento aparecerá con un papel secundario en la historia, a causa de la subordinación que le tocó vivir de manera fortuita. Por tanto, el nuevo ser aparece bajo la condición de dominado, atrasado, pagano y de menor cualidad.
Desde que el almirante genovés don Cristóbal Colón llegó a tierras desconocidas, vislumbró y tuvo una enorme necesidad por describir, idealizar, clasificar o suponer como eran eso seres que se diferenciaban de ellos por lo que hoy conocemos como rasgos culturales, ideológicos, físicos e históricos. Por tanto, Colón ayuda a construir un imaginario de ese “otro”. Generalmente, las preguntas que se formula cuando uno se halla frente a alguien que es diferente a uno mismo son: ¿Qué es el “otro”? ¿Quién es el “otro”? ¿Quién soy yo y cómo me posiciono frente al “otro”? De este modo, Cristóbal Colón de acuerdo con lo que vio ideó al buen salvaje quien pronto, según la percepción del mismo, se volvería cristiano.
Por consiguiente, nuestro hábil navegante genovés cuando se encuentra con algunos de sus habitantes en esta sorprendente tierra, dice: “son gentes sin mal, ni guerra; desnudos todos, hombres y mujeres, como su madre los parió; verdad es que las mujeres traen una cosa de algodón solamente, tan grande que les cubre su natura y no más, y son ellas de muy buen acatamiento” (Acosta, 2002: 64). Los aborígenes eran buenos, posiblemente no lo confrontaron ni a su tripulación. Por eso, creyó que eran salvajes pero de indulgencia absoluta. Acaso también las tierras halladas serían un paraíso, puesto que su belleza era inigualable, en ningún sentido comparable por las conocidas por él.
Luego vuelve a insistir sobre la natural bondad de los nativos, en seguida el navegante genovés presupone “que son personas devotas, religiosas, que luego se tornarían cristianos” (Ibid.). Esto es, él mantuvo la empresa descubridora por la “imperiosa necesidad moral de incorporar a esa gente oceánica al orbe del cristianismo” (Buxo, 1998:28). De alguna manera, el fin que persiguió Cristóbal Colón fue siempre propagar la santa fe, de ahí la importancia de procurarles la salvación a los no cristianos.
El buen salvaje, en este caso, es una representación que se creó del “otro”. Claramente, el hombre que realizó el hallazgo de una cuarta parte, percibió en los aborígenes que halló a seres humanos amables y dóciles, no se topó como se creía con “monstruo alguno, sino gentes de mucho obsequio y bondad” (Ortega, 1991:24). Es más, en su diario comenta: “se trabajará de hacer todos estos pueblos cristianos, porque no tienen secta alguna, ni son idólatras”. Colón estuvo conciente de que con esas elucidaciones, se podría integrar a ese “otro” a un ambiente cristiano, occidental.
Más tarde y de forma contradictoria a la imagen que nos había presentado antes, brinda una personificación del mal salvaje, este es, el vil bárbaro de naturaleza feroz, perversa y bestial. Colón lo representa como un caníbal “que se alimenta de carne humana y guerrea contra los indios inocentes, tímidos, generosos y mansos”. Este imaginario que crea Cristóbal Colón servirá a los conquistadores y los colonizadores para incorporar o extinguir a la población indígena.
Dicha idea será retomado más tarde por los españoles para justificar e imponer su dominio, quienes no aceptaron a Dios, nuevas formas de vida y de subordinación, un proceso de aculturación y una garantía que los limitaba a estadios menores en comparación a sus dominares, tuvieron que ser castigados, extinguidos, clasificados y creados como “otros” que siendo distintos al dominador tenían que ser sometidos, ya que para los ojos del europeo eran primitivos.
En sí el “otro” causaría revuelo no sólo entre los navegantes, conquistadores y cronistas que llegaron a América. La mayor parte de personas que vivían en el Viejo Mundo también sentían necesidad por conocer al ser extraño que habían descubierto, deseaban ver si éste tenía naturaleza salvaje, acaso había seres casi como animales, quizá lo que decía el mágico mundo medieval no era del todo cierto. En las antípodas qué clase habitantes existían, cómo podían catalogar a pueblos no cristianos. Colón les brindaba descripciones de los aborígenes, pero me imagino que anhelaban sorprenderse por cuenta propia.
En 1493 cuando Cristóbal Colón regresó a Sevilla, un Domingo de Ramos, llevó consigo papagayos, diez indios y oro. La gente se junto en las calles sentía una enorme curiosidad de encontrarse frente al “otro”. “Querían ver los indios. Iban desnudos. La piel canela y lustrosa: no amarilla como se decía de la de Cipango. No sabían qué era mejor, si los indios o los papagayos. Se agolpaban las gentes al paso, saliendo de las ventanas y posadas. Se formaban nudos a la entrada de los pueblos” (Arciniegas, 2002:214). En este sentido, el “otro” aparece como el ser de naturaleza extraña, aún desconocido por la mayoría e idealizado hasta ese momento por Colón.
El padre Bartolomé de las Casas defendió a esos “otros”, pues se siguió cuestionando aún si los nativos eran hombres o bestias, tenían alma o no. De facto, existió todo un debate entres éste y Ginés Sepúlveda. Este último hizo un comentario decisivo sobre lo que eran los indígenas, con sus palabra fue contundente, pues él menciona que: “con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo é islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores á los españoles” (Osborne, 2006: 290). Claramente, Sepúlveda justificaba la opresión de los “otros”, o sea, de los indios por parte de los dominadores, entonces, el “otro” es ese ser que tiene que vivir subsumido porque en conducta, creencias, color de piel es inferior al amo y señor español.
Bartolomé de las Casas criticó a los opresores y exigió la liberación de los indios. Éste refutó que aquellos seres fuesen siervos a natura. Sin embargo, incluso, él sumo defensor de los indios en Nueva España en su Apologética Historia Sumaria, realizó una clasificación de cuatro especies de bárbaros. En efecto, él también consideraba a los indios de América como seres humanos de segunda mano. Así pues, con la llegada del héroe civilizador al cuarto continente, la naturaleza de los “otros” fue limitada y constreñida dentro de los limites de lo europeo.
Entre estas categorizaciones realizadas por Las Casas y aplicadas a los pueblos amerindios encontramos en primer lugar a las poblaciones que carecían de palabra, en este caso, los que no hablaban latín pertenecían a un estadio inferior. “Los españoles aseguraban, por ejemplo, que los pueblos indígenas del Nuevo Mundo “carecían” de las palabras adecuadas para nombrar a Dios, una entidad cuyo nombre adecuado y verdadero se encontraba en latín” (Mignolo, 2005:44).
Igualmente los “otros” entraban dentro de lo bárbaro porque no eran cristianos, antes de la llegada de los españoles, estos seres no conocían la verdadera fe, según el punto de vista del hombre del siglo XVI. Esto es, los naturales tenían ídolos, traían las insignias del demonio, no todos querían tomar el evangelio, algunos se resistían a la evangelización. Aunque Las Casas fue una de las personas más críticas con la codicia de los españoles a quienes no les importaba lacerar y cometer vejaciones contra los indígenas con tal de obtener riqueza no dejó de creer que las personas que habitan la cuarta parte del orbis terrarum pertenecían a otro rango menor en comparación del europeo cristiano.
El “otro”, en este caso, el amerindio aparece como ese ser negado, oprimido, subsumido, quien por ser distinto a los estándares europeos es calificado de inferior. Él es diferenciado por los demás por qué llegó tarde a la historia, no fue conocido por los europeos como sí lo fueron los africanos y asiáticos hasta 1492. Además, con el supuesto descubrimiento de América también se reveló al “otro”, se creó un imaginario del mismo. A partir de entonces éste desempeñó el rol de indio, bárbaro, incivilizado, su cultura fue desplazada por oponerse a las concepciones europeas, su mundo fue creado a semejanza del de los dominadores. Al “otro” sólo le quedó resignarse a pesar de las arbitrariedades que cometieron con él, pues le hicieron saber que sus antiguas formas vida y creencias atentaban contra el progreso.
Finalmente, Hegel nos otorga una imagen del Nuevo Mundo y de los nuevos seres. En sus palabras, mientras la vegetación americana “es monstruosa, su fauna es endeble, e incluso el canto de sus pájaros es desagradable. Los aborígenes americanos son una raza débil en proceso de desaparición. Sus civilizaciones carecían de los dos grandes instrumentos del progreso, el hierro y el caballo” (Lander, 2005:20). Por tanto, con la idea del descubrimiento de América el “otro” tuvo que aceptar su condición deshonrosa, su inmadurez y su juventud, el indígena americano desde 1492 ha sido considerado como débil, menor y atrasado. El descubrimiento, la conquista y la colonización de América envuelven una parte oscura, conocida como herida colonial. A raíz de del descubrimiento, conquista y colonización surgió la categorización de gente en inferior y superior, la apropiación del todo el mundo, el fomento imperante de los estilos de vida y pensar occidentales y por último la creación del “otro” como ser de una realidad menor.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Mapa Orbis Universalis y Tripartita del Orbis Terrarum

Orbis Universalis Terrarum, el mundo universal de Abraham Ortelius (1557). Este mapa hace referencia a la conformación del sistema mundo, cuando se comienzan a dibujar a todos los continentes.


Mapa Cristiano T en O, tomado de las ediciones del siglo IX de las Etimologías de Isidoro de Sevilla. Utilizo este mapa porque así era como representaban el mundo antes de hallar un cuarta parte o de hubiese un sistema mundo. Edmundo O' Gorman hace hincapié que éste tiene implicaciones teológicas.

lunes, 3 de mayo de 2010

RESEÑA

Edmundo O’ Gorman. La invención de América. México: Fondo de Cultura Económica, colección Tierra Firme, 2006. Págs.193.

El brillante “historiador filósofo” don Edmundo O’ Gorman publicó en 1958 la magistral obra titulada La invención de América. En este libro plantea a América como un concepto occidental inventado durante un proceso histórico y ontológico. Por tanto, la magnánima obra está escrita con base en un riguroso análisis histórico-filosófico. Por un lado conjunta la experiencia ontológica tal como fue vivida, pero ésta puede corroborarse mediante los documentos que nos han llegado de Cristóbal Colón y otros historiadores. Así, con un estilo Heideggeriano, O’ Gorma postula como posible solución, para comprender el hallazgo de 1492, la tesis de la invención de América.



La obra se compone de cuatro apartados, los cuales están distribuidos de la siguiente manera: en primer lugar encontramos un capítulo que lleva por título “Historia y crítica de la idea del descubrimiento de América”. Aquí principalmente lo que realiza nuestro autor es poner en evidencia cómo surgió y lo inadecuado que resulta para explicar el hallazgo de Colón “la idea del descubrimiento de América”. El énfasis se centra en que “cuando se nos asegura que Colón descubrió América no se trata de un hecho, sino meramente de la interpretación de un hecho” (Pág.16). En ese sentido, la gran aportación del historiador Edmundo O’ Gorman radica principalmente en su impecable revisión historiográfica de dicha interpretación. Esto es, hace un arduo estudio sobre el origen y perpetuidad de la idea que aseveran que el mundus novus fue descubierto por Colón.

El segundo apartado “El horizonte cultural” nos da una espléndida idea de cómo estaba configurado el pensamiento de ese continente que halló una cuarta parte en la tierra. Así lo menciona en cuarto punto O’ Gorman: “tenemos una idea suficiente de la concepción del mundo en la Antigüedad y en el Cristianismo y de la situación ecléctica que predominaba al respecto a finales del siglo XV” (Pág. 74). La tercera parte cuyo título es: “El proceso de la invención de América” nos muestra cómo surgió y de qué modo se integró a América en la conciencia histórica del mundo occidental. Aquí hay un rompimiento tajante con la idea del descubrimiento de América, pues ésta es sustituida deliberadamente por la de invención, la cual considera más acertada dado que sólo así se puede comprender y darse cuenta del proceso de aparición de América en seno de la cultura occidental. Finalmente, tenemos “La estructura del ser de América” en ésta se llega a la conclusión definitiva de que América era la cuarta parte del mundo, es decir, un nuevo continente, lo cual derribaba por completo la tradición de la imagen tripartita del mundo. Como consecuencia este historiador afirma que “al inventar América y más concretamente, al recibir la existencia de “una cuarta parte” del mundo fue como el hombre de la Cultura Occidental desechó las cadenas milenarias que él mismo se había forjado” (Pág.141).

De este modo, la Europa se coloca como centro de la realidad universal. En definitiva O’ Gorman refleja el destino que asume para sí la cultura occidental pues como apunta “la historia europea era el único devenir humano preñado de autentica significación” (Pág. 148). Sin embrago, no sólo se limita a hacer este estupendo razonamiento sino también enmarca el destino histórico y las posibilidades de América, ya que observa en su gestación una suerte de desajuste ontológico que la obligado a imitar o reproducir modelos del exterior.

Para concluir, considero que La invención de América no se confina exclusivamente a plantear un problema como el hallazgo de una cuarta parte del mundo sino por el contrario postula una solución para comprender este hecho, por consiguiente, su más grande aportación, la cual no es cualquier cosa, es romper con esa concepción hegemónica de descubrimiento. En fin, el libro escrito por el célebre Edmundo O’ Gorman es un clásico, en toda la extensión de la palabra, que nos amplia posibilidades para entender la naturaleza de las relaciones que mantiene occidente con otras cultura que no son occidentales. Además de la profundidad y sutileza con que aborda un serio problema ofrece al lector un nuevo aire para concebir el surgimiento de América, abre un nuevo mundo de posibilidades. En palabras de Walter Mignolo: “la teoría de la “invención de América” propuesta por O’ Gorman fue un punto de inflexión que puso sobre el tapete una perspectiva que no existía antes o no era reconocida por los relatos imperiales de Europa” (Mignolo, 2005: 31).



jueves, 22 de abril de 2010

DEL DESCUBRIMIENTO AL ENCUBRIMIENTO

DESCUBRIMIENTO, INVENCIÓN O ENCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
Crítica a la idea del Descubrimiento de América
La historia siempre nos ha indicado que el 12 de octubre de 1492, fecha en que Cristóbal Colón, un almirante genovés, llegó a lo que el creía una extremidad de la costa asiática, que más tarde sería designada con el nombre de América, debe ser considerado como un descubrimiento. A partir del gran hallazgo de Colón ha prevalecido una ideología hegemónica establecida por la Europa occidental. Idea que conlleva a enarbolar la superioridad blanca, cristiana, conocedora del hierro, portadora de una conciencia civilizadora, que alienó a otros por ser, desde su perspectiva, atrasados.
En efecto, la idea de descubrimiento de América ha sido la dominante a través del tiempo, al preservarla y mantenerla se produce “una auto-interpretación diferente de la misma. La Europa provinciana y renacentista, mediterránea, se trasforma en la Europa “centro” del mundo” (Dussel, 1997:41). Además, al convertirse este continente en “centro” se concibe un nuevo sistema mundo, aparece una cuarta parta que habrá que integrar o excluir de la historia universal. En palabras de Enrique Dussel: “nunca hubo empíricamente Historia Mundial hasta el 1492. Anteriormente, los sistemas culturales coexistían entre sí” (Dussel, 1994:41).
Asimismo, podemos decir que el encuentro de un nuevo ente, en este caso, América trae consigo el problema de insertar al aborigen a la cultura hispano-católica del siglo XV. Por ello, los españoles tuvieron que precisar si los nativos eran hombres o bestias, acaso pertenecían por naturaleza a un estadio inferior. En este punto, hay que tener en cuenta que el imaginario de ese salvaje u hombre bestia provenía de la tradición mítica de la Europa medieval. En otras palabras, aún en 1492 prevalecían ciertos rasgos ideológicos que son completamente de la Edad Media.
Posteriormente, con base en una serie de discusiones se llegó a la conclusión de que los habitantes que moraban en el Valle de Anahúac y el Tawantinsuyu región andina sí eran hombres, la pregunta se enfocó después en conocer el verdadero linaje de esta gente, realmente eran descendientes de Adán. Si lo eran por qué adoraban a deidades tan distintas a las cristianas, por tanto, tenían que guiarlos por el buen camino y la santa fe y, al mismo tiempo cumplir con la hazaña de la conquista total de tierra.
Sin embargo, hay algo aún más importante al establecer Europa su “centralidad” se reconoce a las demás culturas como “periferias”. Es decir, se subsume a todas aquellas civilizaciones que son diferentes a ésta, se clasifica al amerindio como bárbaro, primitivo y pagano. En concreto, al indígena se le considera un ser inferior sólo porque no se ajustó a los estándares de un pueblo blanco y cristiano. De igual modo, los dominadores definen una identidad colonial la de ser “indio”, esto primordialmente con el fin de que los naturales aceptaran frente a los opresores la condición deshonrosa de su propio ser. Recordemos que no había indios antes del descubrimiento y conquista de América únicamente gente con rasgos fisiológicos, culturales e ideológicos distintos, de facto el ser indio es una creación eurocéntrica propiciada por los conquistadores. Así “los colonizadores definieron la nueva identidad de las poblaciones aborígenes colonizadas: “indios” para esas poblaciones la dominación colonial implicaba, en consecuencia, el despojo y la represión de identidades originales” (Quijano, 2001:120).
Lamentablemente, siempre la historia resulta ser débil con los vencedores y despiadada con los perdedores. Entonces, aquí habría que cuestionarnos sí realmente había salvajes o todo era parte de lógica encubierta de dominación. Montaigne da una conclusión contundente sobre si existe la barbarie en el Nuevo Mundo, “no hay nada de bárbaro y salvaje en esta nación, por lo que me han informado, sino que cada quien llama bárbaro a lo que no es de su uso” (Bartra, 1998:160). Es contundente como los españoles ayudaron a la construcción del imaginario del “otro”. A partir de su juicio crearon una identidad negativa la del indígena. Cabe aclarar que ser bárbaro significó para los conquistadores ser distinto con base a los estándares europeos.
Más tarde el filósofo y juarista español Juan Ginés de Sepúlveda declaró “sin ambages que los indígenas a duras penas merecían el nombre de seres humanos” (Restall, 2005: 190). En palabras del teólogo: “que con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo é islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores á los españoles” (Osborne, 2006: 290). Pero al mismo tiempo él sólo expresó de manera más franca la manera en que pensaban la mayor parte de europeos. Así, desde ese momento, ha pervivido la concepción de que la cultura occidental representa al hombre en su mejor expresión, pensamiento que esta dentro de la lógica del la idea de descubrimiento de América. Por consiguiente, si conservamos esta visión hegemónica, admitiremos que hay pueblos inferiores, al mencionar ello estamos justificando la opresión al indígena, la alienación de la cultura, de acuerdo con el héroe moderno éstas se oponían al proceso civilizador.
Otro punto significativo de la idea del descubrimiento de América es que arranca con la occidentalización del mudo, es decir, con “la difusión hasta en los menores rincones del globo, de uno de los modos de vida y formas de pensar” (Gruzinski, 2005:9). En efecto, con la llegada de Cristóbal Colón y después con la conquista se alienan a todas las culturas prehispánicas por no entrar dentro de la racionalidad europea. Motivo por el cual dilucido que la idea del descubrimiento de América es una interpretación que envuelve a la colonialidad del poder, que sirvió principalmente para dominar, conquistar y colonizar al “otro”. Al respecto Walter Mignolo señala: “la idea de “descubrimiento” es la versión imperial, dominante, de los hechos (la versión que se convirtió en realidad, la dimensión ontológica de la historia que combina los hechos con la interpretación que se hace de ello)” (Mignolo, 2005: 57).
De ahí en adelante este enfoque perduró, ha sido el modo absoluto de explicar un proceso histórico como lo fue el encuentro de dos civilizaciones que hasta esa fecha no sabía la una de la otra de su existencia. Por tanto, la realidad de dicha exégesis solamente envuelve una forma de violencia ontológica que está estrechamente ligada a la negación y subsunción del otro. Desde la perspectiva eurocéntrica de descubrimiento las poblaciones que habitaban la cuarta parte del orbis terrarum pareciera que estuviesen siempre a la espera del victorioso hombre de hierro, quien los salvaría de falsas idolatrías e incorporaría a la universalización de la historia. Tal parece que imponiendo esta visión hegemónica, viendo un acontecimiento como el ocurrido en 1492 la hasta entonces Europa acomplejada pudo ser centro de la historia.
En definitiva, la idea del descubrimiento de América, la cual de ser una interpretación construida bajo el eurocentrismo, pasó a convertirse en realidad que hemos aceptado como verdadera y única. Respecto a lo mencionado antes Edmundo O’ Gorma en su maravilloso escrito La invención de América hace un riguroso estudio historiográfico, análisis que demuestra el origen de esa idea. De acuerdo con O’ Gorman quien acuñó por vez primera el término de descubrimiento fue Gonzáles Fernández de Oviedo en su obra Sumario de la natural historia de las Indias.
Para O’ Gorman el proceso de invención tuvo primordialmente dos vertientes, la geográfica y la moral, ambas conectadas entre sí. Así tras un muy largo proceso se llegó a la conclusión de que América, en efecto, era la cuarta parte del mundo. De esta manera se abrían un sin fin de posibilidades, se destruida por completo la imagen tripartita – bíblica del mundo. Cabe recordar que la esfera terrestre era dividida por los cristianos de occidente “en tres partes, cada una de las cuales estaba dedicada a los hijos de Noé: Asia, a Sem; África, a Cam; y Europa, a Jafet” (Mignolo, 2005: 48).
además abría un mar de posibilidades porque “al inventar a América y más concretamente, al concebir la existencia de una “cuarta parte” del mundo, fue como el hombre de la Cultura Occidental desencadenó las cadenas milenarias que el mismo se había forjado” (O’ Gorman, 2006:141). Cabe señalar que el pensamiento decolonial de O’ Gorma es sumamente valioso porque se da cuenta y denuncia que posición toma la cultura occidental, la cual por su pasado está obligada a extenderse por todos los rincones del mundo. En definitiva, la tesis de invención es cambió radical que rompe con la tradicional concepción de descubrimiento.
Pero acaso también no sería un absurdo decir que Cristóbal Colón fue el descubridor de América cuando éste pensaba que había llegado a Cipango, es más su objetivo primordial era buscar nuevas rutas de comercio hacía Asia, él ni siquiera en su lecho de muerte supo que había llegado a un territorio desconocido por los otros tres continentes. Es más el magnifico don Cristóbal Colón iba con la firme intención de hallar alguna de esas místicas tierras asiáticas repletas de oro. Claro ejemplo de lo que esperaba encontrar fue que en su tripulación llevaba a Luis Torres, un judío. Al cual “el capitán pensó utilizarlo como interprete en las tierras e imperio del Gran Khan” (Arranz, 2003.143).
De hecho, cuando avistó tierra firme por vez primera tuvo la convicción “de haber llegado a Asia, o mas puntualmente dicho, a los litorales del extremo oriente de la isla de la tierra” (O’ Gorman, 2006:83). Por otra parte, cuando llegó a Cuba “declaró que ese era el reino de Catay. Tuvieron que creérselo a la fuerza. Obligó a los tripulantes para que jurasen ante el escribano que aquello era ya el continente. Estaba, según él, en el Asia de su fantasía” (Arciniegas, 2002: 240). Por todo lo mencionado arriba quedan descartadas por completo tesis donde Cristóbal Colon parece tener conocimiento de América con anterioridad o premisas que afirman que el navegante genovés mostró que las tierras que halló eran desconocidas, pues ambas son falaces. Entonces si tenemos conciencia de que ello no fue un descubrimiento sino simplemente la interpretación de un hecho porque mantenemos esa idea, habría que plantearnos nuevas alternativas para no seguir fomentando una elucidación eurocéntrica.


lunes, 22 de marzo de 2010

BIBLIOGRAFÍA

ARRANZ MÁRQUEZ, LUIS (2004). “Conocía Colón las tierras que quería descubrir” en Cristóbal Colón misterio y grandeza. Barcelona: Marcial Pons
ARCINIEGAS, Germán (2002). “Ausencias y presencias de Colón 1493-1498” en América 500 años de un nombre vida y época de Amerigo Vespucci. Bogotá: Villegas Editores.
BARTRA, Roger (1998). “Epilogo” en El salvaje en el espejo. México: Ediciones Era.
BUXÓ, José Pascual (1998). La imaginación del nuevo mundo. México: Fondo de Cultura Económica.
DUSSEL, Enrique (1997). “El sistema mundo: Europa como centro y su periferia más allá, del eurocentrismo” en Ética de la liberación en la edad de la globalización y de la exclusión. Barcelona: Trotta.
______________ (1994). El encubrimiento del indio: 1492 hacia el origen de la modernidad, México: Editorial cambio XXI.
GRUNZISKY, Serge (2005). “Introducción: océanos y luego bancos de nubes” en Historia del nuevo Mundo, México: Fondo de cultura económica.
LANDER, Edgardo (2005).”Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos” en Colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Buenos Aires: CLACSO.
O’ GORMAN, Edmundo (2006). La invención de América. México: Fondo de Cultura Económica.
ORTEGA Y MEDINA, Juan A. (1991). “La novedad americana en el viejo mundo” en Leopoldo Zea (Editor), El descubrimiento de América y su impacto en la historia. México: Fondo de Cultura Económica.
OSBORNE, Roger (2006). “Nosotros y ellos. Colonización y esclavitud” en Civilización. Una historia crítica del mundo occidental, Barcelona: Crítica.
MIGNOLO, Walter (2005). La idea de América Latina. Barcelona: Gedisa.
QUIJANO, Aníbal (2001). “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina” en Walter Mignolo (compilador), Capitalismo y geopolítica del conocimiento. El eurocentrismo y la filosofía de la liberación en el debate intelectual contemporáneo. Buenos Aires: Ediciones del signo/Duke University.